El Sistema Nervioso Autónomo (S.N.A.), que interviene en las respuestas emocionales, se divide en dos partes antagónicas: Simpático (sistema reactivo) y Parasimpático (sistema vegetativo). Cuando aparece una respuesta simpática (reactiva), por ejemplo una fobia, el procedimiento para eliminarla por completo consiste en el aprendizaje de una respuesta parasimpática. Como las respuestas parasimpáticas son antagónicas (opuestas y no simultáneas) a las simpáticas, entonces las primeras anularán a las segundas, dejando libre al individuo de la reacción simpática reactiva (fobia, estrés, ansiedad, por ejemplo).

La relajación es una de las técnicas para inducir una respuesta parasimpática, ya que restablece el estado basal vegetativo del organismo anulando las respuestas reactivas simpáticas provocadas por algún factor estresante. Pero no sólo la relajación provoca respuestas parasimpáticas; también la comida, las caricias, el sexo, etc.

La relajación es adecuada terapéuticamente y es una técnica sencilla de aprender. Existen signos físicos en el organismo que revelan la actividad de las respuestas simpáticas: ritmo cardíaco acelerado, respiración agitada, aumento de la conductividad de la piel, ruborización, transpiración, sequedad bucal, contracción de las pupilas, aceleración de la motilidad intestinal, etc. Estos signos nos revelan la presencia de ansiedad.

Cuando se induce al sujeto a relajarse, comienza a activarse el Sistema Parasimpático que actúa anulando las respuestas de ansiedad (Simpáticas). En un primer momento, la actividad parasimpática restablece los ritmos normales del corazón, la respiración y demás parámetros fisiológicos, dejando al cuerpo en estado basal (falto de movimiento y tranquilo).

La relajación muscular profunda consiste en bajar aún más estos ritmos para lograr que la respuesta parasimpática sea aún más fuerte y duradera. Con el entrenamiento progresivo en relajación, se logra bajar el umbral de reacción del S.N.A. para que al acontecer nuevamente una respuesta simpática, la misma sea menos intensa de lo que solía ser anteriormente. La relajación ayuda a aliviar las tensiones cotidianas y a prevenir la aparición o agravamiento de enfermedades físicas. De esta manera, las personas aprenden a estar más tranquilas y a tener reacciones más adecuadas, sin ansiedad exagerada.

En resumen, mediante la relajación profunda se condiciona el Sistema Nervioso Autónomo de manera que los sujetos aprendan a reaccionar ante un hecho estresante con respuestas simpáticas más suaves, adaptativas y de corta duración y, a activar respuestas parasimpáticas inmediatas, más fuertes y duraderas, evitando así las consecuencias físicas negativas de la ansiedad y el estrés crónicos.

Por: Lic. Ariel Minici, Lic. Carmela Rivadeneira y Lic. José Dahab